viernes, 3 de octubre de 2014

Juegos y estereotipos, terminemos con las narices fruncidas



Esta semana se dio a conocer en Chile la campaña de la ONG Comunidad Mujer "Las niñas pueden", en la idea de atacar los estereotipos infantiles a través de juguetes y juegos, que luego determinan roles sociales y carreras profesionales de las mujeres, y que en definitiva siguen consolidando la inequidad de género. La campaña se centra en las niñas y yo como madre de un niño me pregunté, ¿cómo afecta esta discriminación a los pequeños hombres? Por Danae Prado C. 



Sabemos que la cultura de inequidad de género se ve sustentada por diversos elementos culturales. La educación y los medios de comunicación ( cine, televisión y publicidad ) cumplen un rol determinante en la reproducción de la cultura de inequidad de género, machismo y violencia hacia la mujer. Mucho se teoriza de estos ámbitos, pero poco hablamos de algo en lo que nuestros hijos centran su vida: jugar.

Como madre comunista y feminista- de un niño de 4 años, esta situación hace rato me hace ruido, ya que, tal como dijo la actriz Emma Watson en su ya famoso discurso ante ONU mujeres HeForShe, he visto que los hombres también son víctimas de la cultura de discriminación de género.

Esta cultura se expresa de manera brutal en la infancia de nuestros pequeños, ya que en esta etapa aún hay pocos tapujos sociales para discriminar. Cada día se comprende y es aceptado por una sociedad machista el que los hombres sean parte activa en la crianza de sus hijos o que se preocupen del físico sin ser catalogados de homosexuales como forma despectiva. Pero ante el juego de nuestros niños y niñas, incluso el más progresista arruga la nariz cuando ve a un niño jugando con una muñeca o que no le guste el fútbol.

Mi hijo hace un tiempo tuvo un muñeco que él definió como su hijo. Así, Elmo era mudado, dado de mamadera, paseado y hecho dormir por mi hijo. Un día alguien pregunto qué onda el juego y se le dijo: es su hijo. Nuevamente el interlocutor no puedo evitar fruncir la nariz.

Si las niñas pueden jugar con pelotas, lego, herramientas y autos, ¿por qué aún no es natural incluso en mentes de supuesta avanzada, que los niños jueguen con muñecas, tazas y otros juegos tradicionalmente femeninos?

No estoy diciendo que se obligue a jugar con uno u otro juguete, sino que se entreguen todas las posibilidades a los niños y niñas y estos no asuman en base a estándares sociales qué juegos es más apropiado para ellos o ellas.

Lamentablemente, esta cultura está muy arraigada y muchas veces no nos damos cuenta cuando estamos reproduciendo estos roles predeterminados para cada género. Un día mi hijo llegó a casa con una bolsa en la que venían los manteles que usan en el jardín. "Mamá, la tía me dijo que tú tienes que lavar esto", mire la bolsa y efectivamente tenía un texto: mamita, por favor lavar manteles de los niños.

Cada semana esa bolsa llega a una casa y un niño o niña lleva a su madre ese mensaje de su educadora: la mamá debe lavar la ropa. Mi respuesta fue devolver los manteles limpios, más allá de que los haya lavado yo o mi compañero, y con una palabra más en el texto de la bolsa: o papito.

¿Cuál es la importancia de reparar estas acciones? Un artículo del Banco Interamericano de Desarrollo, afirma que la manera en que se socializa a los niños afecta su autoestima en la adultez y explican se espera que las niñas sean modestas y tranquilas, y que los niños asuman riesgos, sean fuertes y controlen sus emociones. A esto se suma el papel clave que juegan instituciones, mercados y  experiencias de vida a la hora de favorecer o restringir la capacidad de las mujeres para controlar sus vidas, tanto dentro como fuera del hogar

Así, al enseñar a las mujeres menores que no es femenino jugar a deportes y a niños que no está bien jugar con muñecas, lo que estamos haciendo es imponer y reproducir una cultura que socialmente sabemos que está mal.

Siguiendo los ejemplos cercanos, un día se convocó a que los niños y niñas fueran disfrazados como quisieran. Una pequeña llego vestida de Hombre Araña. Las narices arrugadas aparecieron en las madres presentes. Los niños y niñas en cambio recibieron con efusión a su compañera.


El camino de asumir una crianza rebelde tiene que ver esencialmente con esto: con mirar nuestras propias narices frente a los estructos culturales en los que nos hemos educado y ser capaces de fruncir menos y aceptar más, para avanzar en seres humanos que no reproduzcan la centenaria inequidad de género.

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